La tercera gala de Gran Hermano 20 dejó una noche llena de tensión, emoción y sorpresa.
Y es que la expulsión de Diego no solo rompió las quinielas, sino que también dividió a la audiencia tras una votación milimétrica.
El jueves 20 de noviembre, el programa presentado por Jorge Javier Vázquez volvió a acaparar la conversación pública. Las líneas telefónicas ardieron entre los seguidores de Belén, Diego y José Manuel. ¿Quién se marcharía? ¿Quién lograría mantenerse en el reality? Las respuestas llegaron de forma inesperada.
Desde el inicio de la gala, la sensación era clara: la decisión sería ajustada.
Y así fue. Tras un reparto de porcentajes increíblemente parejo —41,5%, 39,6% y 18,9%—, José Manuel se convirtió en el primer salvado de la noche.
El sevillano celebró el resultado entre lágrimas y sonrisas, consciente de que había superado su momento más crítico dentro del juego. Además, llegaba con un plus: su equipo había ganado la prueba de inmunidad, reforzando aún más su permanencia. “Estoy bien, muchas gracias por todo y a seguir”, expresó con una mezcla de alivio y euforia. Sus palabras, llenas de emoción, resonaron entre los seguidores del reality.
Así, el duelo final fue de Belén contra Diego. Dos perfiles muy distintos. Dos maneras de vivir la casa. Y un único veredicto que lo cambiaría todo.
Finalmente, el público decidió que Diego debía abandonar ‘GH 20’.
El madrileño asumió el resultado con serenidad, incluso con cierta resignación. “Estoy tranquilo. Me lo esperaba por una parte”, confesó. Sin embargo, también dejó entrever lo abrumado que se sentía: “Hasta que no llegue a plató es como que sigo viviendo en una película”.
Sus palabras fueron las de alguien que aún no termina de procesar lo vivido. Y es comprensible. La convivencia, el aislamiento y las dinámicas internas han pesado sobre él más de lo que parecía.
Antes de abandonar la casa, Diego también quiso dedicar un pensamiento a sus compañeros: “Voy a echar de menos a todos. Y la casa… es un casoplón. He estado muy a gusto”.
Pero esta historia no se entiende sin un elemento determinante: el conflicto con su hermano Marcos.
La familia ha sido clave desde la primera gala, cuando Marcos rechazó entrar con él al concurso. Ese momento marcó el relato de Diego sin que él pudiera evitarlo.
Su defensora en plató fue clara: “Cuando vio a su hermano, Diego ya pensó en su madre más que en él. Lo ha hecho como ha podido y como le han dejado”. Según ella, ese episodio generó prejuicios en parte de la audiencia y también dentro de la casa.
¿Fue realmente así? ¿Pesó más el conflicto familiar que su convivencia? Son preguntas que sobrevuelan la expulsión y que seguirán generando debate.
Cuando Diego llegó al plató, Jorge Javier lo recibió recordándole que, pese a su corta estancia, su paso ha sido intenso. “Solo ha estado dos semanas y se marcha sintiendo que la mayoría de la casa no le ha entendido”, señaló el presentador.
El expulsado, visiblemente abrumado, reconoció que la experiencia había sido más dura de lo previsto. “Es que no vemos esto desde dentro. Es una locura”, dijo entre sonrisas nerviosas y gestos de incredulidad.
Su salida deja incógnitas, heridas abiertas y, sobre todo, una sensación generalizada: nadie esperaba un desenlace tan ajustado.
La marcha de Diego reconfigura alianzas, abre nuevos frentes y deja al descubierto una pregunta inevitable:
¿quién será el próximo en caer en una edición que no deja de sorprender?
Los concursantes ya sienten que cualquier movimiento puede cambiar la percepción del público. Y lo que viene, sin duda, promete intensidad, giros inesperados y momentos que “lo que viene cambiará todo”.
¿Te sorprendió la expulsión de Diego?
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